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La derecha internacional y la quinta columna: el asedio a la Transformación

A menudo se comete el error de analizar a la oposición política como un fenómeno puramente local, aislado de las corrientes globales. Sin embargo, la realidad geopolítica actual nos muestra un escenario muy distinto: la derecha internacional actúa como un solo frente, una maquinaria sincronizada que trasciende fronteras. No se trata de coincidencias ideológicas fortuitas, sino de una articulación deliberada a través de redes y eventos diseñados para promover una agenda reaccionaria en todo el mundo.

Esta coordinación supranacional explica victorias que, de otro modo, parecerían circunstanciales, como las recientes avanzadas en Argentina y Chile, Perú o Bolivia. No son hechos aislados; son nodos de una misma red.

Para entender el asedio que vive hoy México, es indispensable mirar los laboratorios donde se cocina esta estrategia. Existen plataformas operativas claras, como la Political Network for Values (PNfV), que teje hilos de alto nivel entre Europa, Estados Unidos, África y nuestra América Latina bajo banderas conservadoras y abiertamente antifeministas. O la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), el gran foro donde figuras como Donald Trump y Javier Milei —enemigos declarados de la justicia social y el Estado de bienestar— dictan la línea a seguir.

No podemos ignorar el papel del Foro Madrid, esa alianza impulsada por el partido español Vox a través de su fundación Disenso, que busca instaurar su visión de “libertad” en la Iberoesfera, ni la influencia de la Heritage Foundation, el think tank estadounidense que susurra al oído de los republicanos para exportar el libre mercado radical.

Este es, precisamente, el marco teórico y financiero en el que la derecha mexicana basa su actual ofensiva discursiva. Las narrativas que acusan al gobierno mexicano de ser un “narco-gobierno”, una “dictadura” o un régimen “comunista” no son ocurrencias espontáneas de la oposición criolla; son guiones importados, diseñados para fraccionar el apoyo social hacia la Cuarta Transformación. La premisa de esta guerra híbrida es básica pero peligrosa: para derrocar a un gobierno legítimo, no siempre hacen falta balas; basta con desmoralizar a su base social mediante la mentira sistemática.

Sin embargo, el peligro no reside únicamente en el asedio externo. La amenaza más insidiosa es el “enemigo interno”. Lamentablemente, dentro de las filas del propio movimiento, existen actores que, consciente o inconscientemente, trabajan en esa misma línea de desestabilización.

Es aquí donde la responsabilidad histórica recae sobre la dirigencia nacional. Ante la embestida de una derecha internacional organizada y financiada, la tibieza interna es un lujo que el movimiento no puede permitirse. Se torna vital hacer una depuración profunda; identificar y apartar a quienes juegan a favor del adversario desde adentro.

La batalla por la soberanía y la continuidad del proyecto de nación se libra en dos frentes: resistiendo la propaganda de los laboratorios conservadores extranjeros y limpiando la casa propia. La instrucción es clara: Pa’ lante siempre.

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