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El rol del abogado en el contexto actual

¿Qué es un abogado?

Desde una perspectiva funcional, un abogado es un profesional del Derecho que representa, asesora y defiende a personas físicas o morales ante conflictos jurídicos. Pero esta definición es insuficiente si no se complementa con una visión ética y humanista.

⁠¿Qué debería ser un abogado?

Desde una óptica filosófica y humanista, el abogado no solo es un técnico del Derecho, sino un intérprete de la justicia, un mediador entre el poder y la ciudadanía, y un agente ético cuya función es proteger la dignidad humana, los derechos fundamentales y el bien común.

En una sociedad como la mexicana, marcada por profundas desigualdades, transiciones democráticas y desafíos estructurales, la figura del abogado no debe reducirse a la de un técnico del Derecho. El abogado debe asumir un papel ético, educativo y transformador, convirtiéndose en un mediador entre la norma y la justicia, entre el poder y la ciudadanía.

Desde un enfoque iusfilosófico, el Derecho no debe entenderse solo como un conjunto de normas, sino como un orden ético-normativo orientado a preservar la dignidad humana. Luigi Ferrajoli sostiene que la legitimidad del Derecho no reside solo en su validez formal, sino en su contenido garantista de los derechos humanos.

Por su parte, Ronald Dworkin, señala que el abogado debe ser un “jurista integral”, capaz de razonar moralmente sobre el Derecho, no simplemente aplicarlo mecánicamente . En contextos como el mexicano, esto implica tomar postura frente a la injusticia, ser voz de los vulnerables y canalizar el conflicto hacia soluciones equitativas.

El abogado debe ser un servidor público, incluso en la esfera privada. El humanismo jurídico postula que la ley está al servicio del ser humano, no al revés. La justicia es el valor fundacional del Derecho, y el abogado es su vehículo. Así lo afirmaba Gustavo Zagrebelsky:

“El Derecho no es una técnica fría, sino un instrumento para civilizar el poder.”

La educación jurídica debe dejar de centrarse exclusivamente en la memorización de normas y procedimientos. Necesitamos una educación para la reflexión, el análisis, la ética y la empatía. La formación del abogado humanista requiere desarrollar competencias como:

  • Pensamiento crítico y ético.
  • Capacidad de escucha y resolución no violenta de conflictos.
  • Compromiso con los valores democráticos y los derechos humanos.

Como afirmaba el maestro Ignacio Burgoa Orihuela, la abogacía es una “cátedra viva” de valores públicos, y su ejercicio debe tener una dimensión pedagógica hacia la ciudadanía.

El jurista uruguayo, Eduardo J. Couture, nos legó como brújula moral del ejercicio jurídico su célebre Decálogo del Abogado, que más allá más de una lista ética, es una verdadera guía de vida profesional, profundamente conectada con el ideal del abogado humanista:

“Ama tu profesión. Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor proponerle que se haga abogado”.

Eduardo J. Couture

El abogado debe ser el eslabón entre la ley y la sociedad. Su rol no debe limitarse a los tribunales, también debe incluir los espacios educativos, comunitarios, políticos y culturales. Debe asegurarse que el Derecho sirva a las personas, y no a intereses autoritarios o económicos.

El abogado en México debe recuperar y conservar el sentido humanista, ético y transformador. Su papel no es solo aplicar la ley, sino interpretarla con base en los principios de justicia, igualdad y dignidad. La educación jurídica debe formar abogados íntegros, conscientes de su misión pública. En este contexto, el Decálogo de Couture, es más vigente que nunca, y nos recuerda que ser abogado es un honor, pero sobre todo, una gran responsabilidad.

¡Muchas felicidades a las y los abogados en su día!

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