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La música, un reflejo del contexto social, político y cultural

La música ha sido parte esencial en el desarrollo de la humanidad. Desde la prehistoria, la música ha sido una forma esencial de expresión tanto individual como colectiva. Formando parte de rituales religiosos, ceremonias funerarias, ritos de iniciación, cacerías y danzas. En las Sociedades tribales, los músicos (chamanes, sacerdotes, ancianos) usaban cantos y percusiones para invocar espíritus y sanar.

En el antiguo Egipto, Mesopotamia, Grecia y Roma, la música tuvo un fuerte componente religioso, educativo y terapéutico. En Grecia, Pitágoras, vinculaba la música con la armonía del cosmos (“música de las esferas”).

La música era vista como un medio para influir en el carácter moral de los ciudadanos y en la conexión con lo divino.

En la edad Media (siglos V al XV), la música estaba principalmente al servicio de la Iglesia (canto gregoriano). Los trovadores y juglares difundían noticias, ideas y valores mediante canciones.

En el Renacimiento (siglos XV-XVI), la música se volvió más polifónica, compleja y secular. Comenzó a asociarse con la educación de las élites.

En esta época los músicos fueron importantes transmisores culturales e ideológicos; contribuyeron a la difusión del conocimiento y la identidad regional.

Entre los siglos XVII y XIX, se sitúan el periodo  Barroco, Clasicismo y Romanticismo.    En el Barroco, músicos como Bach o Vivaldi eran empleados de cortes y de iglesias, componían para legitimar el poder; Por su parte, en el Clasicismo, Mozart o Haydn, servían a la nobleza; en el Romanticismo, los músicos se convierten en figuras casi míticas, como Beethoven y Chopin, vistos como intérpretes del espíritu del “pueblo o la nación”.

La música se vuelve una forma de expresión individual, protesta y nacionalismo.

En los siglos  XX y XXI, la música se consolida como industria y medio de cambio social. A través de la radio, discos, televisión e internet se transformó la música en un producto global de consumo.

La música y los movimientos sociales han ido de la mano, géneros como el jazz, blues, rock, hip-hop, reggae, punk, entre otros, han acompañado luchas por los derechos civiles, la igualdad racial, la protesta antisistema.

Hoy en día, cualquier persona puede compartir música a escala mundial. Los músicos también se convierten en influencers, activistas, empresarios.

En la actualidad, la música tiene un amplio rol en la sociedad. Educa, entretiene, denuncia, une comunidades. También refleja identidades, culturas y desigualdades. Tiene poder económico, político y cultural. Y es parte del bienestar emocional y la salud mental de las personas.

La música, a lo largo de los siglos, ha demostrado su importancia, trascendencia, así como el poder e influencia que puede llegar a tener dentro de una sociedad. Esa es la razón y origen de la censura, que también, a lo largo de la historia han enfrentado músicos y compositores.

Wolfgang Amadeus Mozart (1756–1791), aunque no fue censurado oficialmente, su ópera “Las bodas de Fígaro” (1786), basada en la obra de Beaumarchais prohibida en Francia, fue objeto de sospecha por sus críticas a la nobleza. Teniendo que suavizar el libreto para evitar confrontaciones con el emperador José II.

⁠Ludwig van Beethoven (1770–1827), su música contenía cargas políticas y humanistas. En su tercera sinfonía (Eroica), inicialmente dedicada a Napoleón, cambió el título al ver que se coronó emperador. Su ópera Fidelio, con temas de libertad y justicia, fue modificada varias veces por la censura vienesa.

Antonio Vivaldi (1678–1741), si bien no fue censurado por sus composiciones, enfrentó críticas por su estilo considerado teatral y mundano dentro del entorno eclesiástico. Al final de su vida cayó en desgracia y murió pobre.

Niccolò Paganini (1782–1840), fue acusado de brujería por su virtuosismo casi sobrenatural. Su estilo provocador fue censurado por sectores conservadores de la sociedad y de la Iglesia, negandole una sepultura cristiana al morir.

En los siglos  XX y XXI, por difícil que sea de creer, en medio de leyes y tratados internacionales que protegen y defienden los derechos fundamentales y humanos, así como la libertad para ejercerlos, la censura en la música y sus diferentes géneros sigue igual de vigente que en los siglos pasados.

Jazz y Blues.

  • Billie Holiday – “Strange Fruit” (1939): canción sobre linchamientos racistas. Fue prohibida en radios y el FBI intentó impedir que la cantara.
  • Miles Davis fue golpeado por policías en 1959 afuera de un club, mientras grababa Kind of Blue, por ser un hombre negro “sospechoso”.

Rock & Punk

  • The Beatles fueron prohibidos en algunos estados de EE.UU. por comentarios religiosos (“somos más famosos que Jesús”).
  • Sex Pistols; su canción God Save the Queen fue censurada por la BBC durante el jubileo de Isabel II (1977).
  • Rage Against the Machine; muchas de sus letras han sido vetadas en emisoras por su contenido anticapitalista.

Hip-hop y reguetón

  • N.W.A. – “F* Tha Police”** (1988): fue objeto de una carta del FBI advirtiendo consecuencias legales.
  • Tupac y Public Enemy: frecuentemente acusados de incitar a la violencia.
  • Bad Bunny ha sido objeto de censura en algunos países por “contenido sexual explícito”.

En el contexto mexicano, la censura musical ha tenido y tiene lo propio.

Rock “mexicano”

  • Festival de Avándaro (1971); tras el evento, se prohibió el rock en medios oficiales por décadas. Grupos como Three Souls in My Mind, El Tri y Botellita de Jerez tocaron en el “hoyos fonquis” (espacios marginales).
  • Censura en TV y radio; bandas como Café Tacvba o Molotov fueron censuradas en los 90 por críticas al sistema (Gimme the Power).

Rap y hip-hop “mexicano”

  • Rapder, Alemán o Santa Fe Klan han enfrentado censura por letras que critican la pobreza, el clasismo o la represión.

Corridos

  • Algunos artistas del norteño o regional mexicano han sido prohibidos en varios estados por apología del crimen. En Sinaloa y Chihuahua, los narcocorridos han sido sancionados legalmente.

En esta cronología musical se puede observar que el rol de la música ha sido múltiple y dinámico, desde expresión espiritual, herramienta educativa, medio político, símbolo de identidad, terapia emocional y motor económico. Por su parte los músicos, a lo largo de la historia, han sido desde mediadores religiosos hasta portavoces de movimientos sociales y voces de protesta.

La música ha fungido constantemente como un termómetro social. Por eso, cuando los músicos han tocado temas incómodos para el poder (político, económico, religioso…) han sido objeto de censura, persecución o marginación.

En días recientes en México se ha popularizado el tema de la censura velada o parcial de lo que se denomina “narcocorridos”, por hacer apología del crimen y venerar a personas que figuran como líderes del crimen organizado. El gobierno federal se ha pronunciado en el sentido de querer promover contenido musical que evite temas como el narcotráfico, violencia y misoginia. Algunos gobiernos estatales y municipales han optado por emitir decretos que prohíben la presentación de espectáculos con este tipo de contenido, así como la aplicación de sanciones en el caso de que se exhiba este contenido en eventos públicos. En el congreso ya fue presentada una iniciativa de reforma que busca sancionar la apología del delito en series, música, obras de teatro, videojuegos.

La opinión de la ciudadanía se ha dividido, como es de esperar en temas polémicos. Un sector de la sociedad que gusta de este tipo de contenido y expresión musical, ha externado su descontento, al punto de agredir a sus artistas por negarse a interpretar sus éxitos musicales; en contraparte, otro sector social aplaude esta postura por parte de las autoridades, ante este fenómenos musical aparejado con la gran ola de violencia que se incrementa producto de los grupos delictivos a los que hace alusión este tipo de contenido musical.

Es probable que la polarización del tema en cuestión sea benéfica para alguien, pero definitivamente no beneficia en nada a la sociedad. El trasfondo y sus consecuencias afecta tanto a quienes están a favor de los llamados narcocorridos, como a quienes están en contra. Si bien la música tiene el poder de alegrar a quien disfruta de ella e incluso llevarle a un estado de euforia o paz interior, no se debe olvidar el rol que la música ha tenido y tiene en lo político y social. Es importante escuchar y entender lo que cada canción intenta decir o hacer notar con cada una de sus letras e interpretaciones. Como toda ejecución artística, la música busca reflejar y visibilizar la realidad de la sociedad y el contexto de la época en que se desarrolla, no solo son letras, acordes y ritmos producto del espíritu caprichoso e inspiración del autor, sino una forma de expresión con un mensaje de contenido social, político y cultural.

En este sentido, corresponde a los órdenes de gobierno dejar de lado la polarización del tema y sin tintes partidistas, tomar acciones que atiendan a combatir y eliminar la problemática real; la cual no es que un autor o cantante intérprete determinado género musical, sino lo que da origen a la creación de esa manifestación musical. Regular o prohibir lo que se dice en cada una de las letras de las canciones no acabará con la delincuencia, ni con la producción, distribución y consumo de narcóticos, como tampoco acabará con los homicidios, feminicidios, ajuste de cuentas y muchas otras manifestaciones de la pérdida de un estado de derecho que proporcione seguridad y estabilidad para la población. A la sociedad le corresponde entender que para que exista oferta de un producto en este caso música, primero debe de existir demanda, es decir, clientes cautivos que puedan consumirla. Haciendo conciencia de ello se podría tener un consumo responsable de estas expresiones artísticas, entendiéndose como una manifestación de la realidad del contexto social en que se desarrollan.  Y no como un homenaje a las acciones delictivas que lastiman a personas en lo individual y destruyen la composición y orden social de un estado de derecho.

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