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Contra el imperio y la derecha golpista: unidad del pueblo trabajador

La etapa de la lucha histórica del pueblo mexicano, conocida como Revolución mexicana, es el tercer tiempo de un solo proceso transformador de la vida económica, política, social y cultural de México. No es un periodo aparte como lo han presentado los historiadores esquemáticos aburguesados.

Este “tercer tiempo de una misma sinfonía”, como lo calificará el filósofo militante mexicano Vicente Lombardo Toledano, tuvo como propósito hacer de la nación la única propietaria de los recursos naturales del suelo y subsuelo, el espacio aéreo, las costas y los mares, dando a la propiedad privada, en el artículo 27 constitucional, el carácter de concesión limitada por el interés público, tutelar los derechos de la clase trabajadora mediante el artículo 123 constitucional y dotar al pueblo mexicano de una teoría educativa, contenida e en el artículo 3° constitucional.

En suma, avanzar en la conquista de la independencia nacional fortaleciendo las fuerzas productivas de México e interviniendo directamente en la economía. Por eso se dio un proceso de nacionalización de industrias estratégicas para el desarrollo nacional, como el petróleo y la electricidad para definir de manera autónoma el rumbo de la nación y, al mismo tiempo, mejorar las condiciones de vida de la población.

La acción de las fuerzas contrarrevolucionarias, tanto internas como externas al poder público, ligadas a intereses extranjeros, impidieron que ese proceso liberador avanzara y nos sometieron abiertamente a los intereses de la “libertad de mercado” controlada por los grandes monopolios, destruyendo mucho de lo que se había logrado, sobre todo debilitar al Estado Mexicano al privatizar lo nacionalizado.

La desunión del pueblo y las acciones entreguistas de los reaccionarios impidieron concretar los objetivos históricos de la lucha, sumiendo al país en una situación económica, política y social desastrosa, de la cual no es fácil reponerse en el corto plazo.

Por eso, en este cuarto tiempo de “una misma sinfonía”, debemos llevar a buen fin esos objetivos de lucha histórica del proceso revolucionario de México. A saber: conquistar la segunda y definitiva independencia nacional, consolidar nuestra soberanía y construir un régimen democrático que se sustente en mejores condiciones de vida para los trabajadores y el pueblo.

Pero la historia nos muestra que esta es una lucha titánica que no está exenta de contradicciones, zigzagueos e inconsistencias, así como tampoco de acciones golpistas de las fuerzas contrarrevolucionarias unidas al imperialismo. De la misma manera, nos enseña que si no ubicamos al enemigo principal en un una etapa determinada, y nos perdemos en luchas internas, abonamos el camino para el triunfo de la reacción.

Así las cosas, quien no quiera entender esto, y sea presa fácil de la manipulación de la derecha golpista y el imperio, no logrará comprender el momento trascendental que vivimos e incorporarse a el de manera decidida.

Pa lante siempre.

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